No deja de sorprenderme, aunque me pase infinidad de veces, el poder que tienen los sentidos para teletransportarme al pasado.
Hoy mismo, paseando en bici entre huertos, he podido constatarlo una vez más. La visión de las lechugas, el canto de un gallo y sobre todo el olor a estiércol, me han colocado en un largo verano que pasamos en una casa perdida entre huertos y granjas de cerdos. Yo tenía nueve años y nos pasabamos el tiempo comiendo bocadillos de chorizo Revilla y matando moscas con tebeos de puro aburrimiento. Allí celebramos los cuatro años de mi hermana y las velas las sopló encima de un bollicao. Mi primo Moisés pilló paperas y a Rufo, el perro de mi abuelo, lo atropelló un camión que no lo mató, pero lo dejó tuerto de un ojo y ladeado el caminar. También se le agrió el carácter al animal, que ya era de trato difícil. Allí aprendí lo que era comer algarrobas y almendras directamente de los árboles. Y como entonces nadie supervisaba lo que los niños veían en la tele, me tragué enterito y por capítulos "Holocausto". Para que luego digan de traumas!!
Otro olor que me trae el pasado a la memoria es el olor a gasóil. Eso me situa en un verano anterior, donde yo tenía ocho años y fui con mis padres a casa de unos amigos en un pueblo perdido de Jaén. Antoñito, el hijo, que tenía diecisiete años, y del cual me enamoré perdidamente, me paseaba en su moto ruidosa y apestosa. De entonces, digo yo, debe venirme el gusto por los hombres morenos y peludos.
El otro día en el entierro de mi abuela, alguien refirió el pueblo de mis padres al que no he vuelto a ir desde que tenía quince años. Pero lo curioso es que sólo recuerdo la calle donde está situada la casa de mi bisabuela y sólo recuerdo un olor, el de pan recién hecho, porque justo enfrente había una tahona.
También a veces el oído me lleva a tiempos pasados, como cuando oigo en verano el sonido de una avioneta. Entonces me veo en alguna playa de la costa brava con mis padres y mis tíos. Y recuerdo cuando caían desde el cielo pelotas azules con el enorme logotipo "Nivea" y el agua helada y transparente y los cantos rodados del fondo. Y me acuerdo de mi tío Luis, que era un excelente nadador, y me llevaba entre sus piernas con mi flotador mar adentro hasta que perdíamos la costa de vista......
Así me doy cuenta que toda mi memoria olfativa va asociada a los veranos. Incluso el nacimiento de mis hijos fue en verano y, con poquísimo esfuerzo, puedo recordar nítidamente el olor a recién nacido como si los tuviera en mis brazos ahora mismo ;)
El olfato siiii... o cuando hueles un perfume que te trae a la memoria a una persona especial o a un momento determinado... mucho más poderoso que la vista desde luego.
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