martes, 7 de marzo de 2017

Vida perra

Cerró los ojos y sopló las velas. Se recostó en el respaldo de la silla y aún sin abrirlos sonrió. Se acababa de cumplir su deseo y esta era la mejor celebración. Años de miedo y desesperación traían por fin paz a su vida. No más golpes, ni fracturas. Jamás tendría que temer por su vida. Ya no tendría que jugar al escondite con la muerte nunca más. Se invirtieron los papeles. Ahora su verdugo andaría a cuatro patas. Y él, que acaba de convertirse en humano, tenía todo el tiempo del mundo para festejar su nueva vida. Abrió la puerta y salió a pasear.

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